sábado, 15 de diciembre de 2012

A la tercera...llegará el fin del mundo

Disfruta de la vida, es más tarde de lo que crees. Dietrich Grönemeyer

Queridos amigos, hace unos días sufrimos un simulacro de fin del mundo. Al menos en Barcelona

Parecía que las predicciones más apocalípticas se iban a adelantar a toda fecha hasta el momento anunciada. El corazón de millones de personas se detuvo repentinamente, el cielo se tiñó de rojo, tembló el suelo y se levantaron devastadoras olas "tsunámicas".

Ya lo había anunciado Mas el Mesías, ¿o era Mas/Moisés conduciendo a su pueblo a la tierra prometida? Votadme y yo os conduciré allí pero, si no lo hacéis, descargaré toda mi furia sobre vosotros.
Y así lo hizo. No contento con desmontar la educación y sanidad pública a una velocidad que haría ruborizar a la mismísima Esperanza Aguirre, golpeó allí donde más podía doler.

El planeta Tierra y Argentina se paralizaron, la vida ya no tenía sentido: Messi se había lesionado.




Por suerte todo fue una falsa alarma y el mundo y la vida en el planeta pudo continuar. 

Hace dos días superamos el primer fin del mundo anunciado para el 2012, el de Messi fue inesperado. El 12 del 12 del 12 no sucedió nada digno de mención salvo que los que quedan de Nirvana volvieron a juntarse para tocar después de 20 años. Por desgracia lo jodió Paul McCartney, que se quiso apuntar a la fiesta y emular a Kurt Cobain, para lo que contó con la colaboración del cirujano plástico de Belén Esteban. Afortunadamente, la propuesta de que los coros los hicieran Carmen de Mairena y la Pantoja de Puerto Rico, no salió adelante.

Ese mismo día algunos medios advirtieron de la cercanía del asteroide "Tutatis" a la Tierra e informaron que su diámetro de 5 kms. debería ser suficiente para asustarnos porque el que puso fin a los dinosaurios medía 10 kms. La verdad es que con ese nombre, merece toda mi confianza, así que voy a escribir un tuit dirigido a Papá Noel y a El Corte Inglés para ver si consiguen que se acerque lo necesario para arrasar a unos cuantos dinosaurios y otras bestias molestas que parecen inmunes a todo tipo de epidemia y de elecciones.


Estamos a unos pocos días de la tercera amenaza, la que parece la más seria y para poder palpar el estado de ánimo de la población, he recurrido a tuiter, a ver si obtenía información trascendente. Ahí os dejo algunas perlas que he encontrado:





Oiga, ya casi es el fin del mundo ¿nos acostamos?

Como salga Rajoy diciendo que lo del fin del mundo es mentira, ya podeis ir contando los dias de vida que nos quedan.

¿FIESTA DEL FIN DEL MUNDO? En España se utiliza cualquier escusa para hacer una fiesta.

Yo ya esperaba el fin del mundo antes de que se pusiera de moda.

El 21 de diciembre no moriremos porque sea el fin del mundo, moriremos de la hostia que nos van a dar nuestros padres por las notas.

Lo bueno de que el Fin del Mundo caiga en viernes es que seguramente me pille borracho.

¿Para que preocuparse por el "FIN DEL MUNDO" si a Latino america llega todo tarde?

Yo también pensé que el fin del mundo era el hoy y no el 21 y ya no tengo dinero para sobrevivir otros 9 días 😩

Hace unos miles de años los dinosaurios también estaban tuiteando tranquilamente y haciendo bromas sobre el fin delmundo y mira..

¿El fin del mundo el 21? Aumento de población en 2013. Vereis que risas.




RT @SanLuisOficial: En todo caso, como canta Sabina: Que el fin del mundo me pille bailando




Oye ¿cuándo nos vemos? —¿Qué te parece el fin? —¿De semana? —No, del mundo, feo JAJAJAJA. —Ay :(




FIN DEL MUNDO. La nasa ha confirmado que el día 21 cuando termine la tarde, el cielo estará muy oscuro. Es un fenómeno llamado "noche".


2012 No se si sera el año del fin del mundo pero esta siendo el año del fin de muchas cosas que crei duraderas..




Lo gracioso es que el personal se preocupe por el fin de mundo, cuando la mayoria no llega ni a final de mes #Sevilla #sevillahoy


Se va acercando el fin del mundo y es bueno ir teniendo las cosas claras… 


«Tenemos algo que aprender de los mayas y es que nosotros, en vez de pensar en cómo mejorar el mundo, parece que solo pensamos en su fin»






Ahora que ya sabemos que un calendario Maya nos da la misma información sobre el fin del mundo que una galleta Oreo y como nadie nos asegura que la tercera no será la vencida, lo mejor será hacer caso de algunos tuits y que el fin del mundo nos pille bailando y borrachos. Desde mañana mismo comienza la celebración del fin del mundo...o de lo que venga.

A disfrutar!!!

La comodidad atonta. Se vive con gratitud, pero adormece la conciencia. Los tiempos convulsos son los que se ocupan, se quiera o no, de agitar las mentes en la búsqueda de un nuevo tiempo de sosiego vital. David García

viernes, 30 de noviembre de 2012

Tendencias gastronómicas de Barcelona: tapas y paro

Plaza de la Concordia
Queridos conciudadanos: ahora que el paso de las elecciones os ha dejado huérfanos de preocupaciones, quiero compartir con vosotros algunas de las a mi me rondan por la cabeza desde hace tiempo y me complican la existencia. Se trata de una serie de fenómenos que se han venido produciendo en la ciudad en los últimos meses. 

No me refiero a la bajada del nivel de tolerancia de los alcoholímetros de los controles policiales, a la subida del precio del bicing, al incremento de la delincuencia, a lo mal que conducen los nuevos taxistas (que ponen en peligro a los motoristas) o al cierre de la Sala Apolo. 
Lo sé, lo de salir a la calle estaba muy difícil, pero lo que os voy a contar, queridos sufridores, lo complica aún más. Estoy hablando de lo que está ocurriendo con la gastronomía y el sector hostelero de la ciudad. 

¿Y qué ha pasado? Pues que aventurarse por las calles de la ciudad para hacer algo tan sencillo como comer o cenar se ha convertido en algo más arriesgado que meterse en el metro con un iPhone.

El primero de los fenómenos ha sido la entrada de la comunidad china en la hostelería catalana. ¿Cómo? Bien, hasta ahora, los chinos se dedicaban a lo suyo, a sus restaurantes de rollito primavera, arroz tres delicias y pollo con bambú. Algunos introdujeron sushi y sashimi de dudosa calidad, pero el salto se ha producido cuando han comenzado a comprar restaurantes locales, de toda la vida, y han empezado a ofrecer "menús caseros" de comida catalana con sus garbanzos con butifarra o sus peus de porc. El problema es que estos lugares no han cambiado externamente e incluso mantienen la misma carta. Es decir, que no te enteras del pastel hasta que no entras dentro y te sientas pensando que va a venir la señora Juana, que llevaba allí desde los 12 años. Ahora te atiende una chinita, que también se hace llamar Juana y que también es la sobrina de la cocinera. Dejo que la imaginación de cada uno piense lo que quiera acerca de lo que puede pasar en la cocina.

En paralelo y como si no tuviéramos suficiente, ese turismo que ha configurado una ciudad que más parece un parque de atracciones y que ha hecho desaparecer a los habitantes locales de algunas partes de la ciudad, también ha hecho cambiar el panorama hostelero y no sólo eso, sino que nos conduce irrevocablemente a un cambio de costumbres gastronómicas.

En primer lugar nos invadieron con la infamia de las paellas precocinadas Paellador, que ya producen 4 millones de raciones al año, un horror y que no sólo exportan a medio planeta, sino que han sido merecedoras de una columna en el mismísimo New York Times, periódico que acaba de bajar varios escalones para mi.

El segundo paso fue la apertura de miles de restaurantes supuestamente vascos. Es decir, sitios de pinchos o pintxos, que parecen clonados unos de otros y no ofrecen nada más que mucho pan y poca chicha, aunque la comunidad pija de la ciudad te intente convencer de que el Taktika Berri es un templo de la buena cocina. A mi me parece lo mismo, mucho pan, mucha ensalada de cangrejo y un precio final como si hubieras ido al Bulli. Han sido los precursores de lo que ha sucedido después.

Tapas, tapas, tapas

La evolución no sé si me hace reír o llorar. Siguiendo con el objetivo de agradar a ese turista de reconocida sabiduría gastronómica que nos visita, que ya nos había demostrado que sabía apreciar una buena sangría o una buena paella congelada para cenar, Barcelona se ha convertido en la capital mundial de las tapas. En una ciudad donde, no nos vayamos ahora a engañar, las palabras tapa o gratis no se habían escuchado nunca en un negocio hostelero, ahora cuesta encontrar un sitio donde si no son la única oferta, ocupan un importante espacio en la carta. Eso sí, siempre en modalidad de pago, con wifi, sangría, menú degustación, etc. 

No os perdáis este homenaje a la tapa barcelonesa. Impresionante
Vamos, que es un infierno encontrar un sitio donde te den de comer a un precio decente y no mueras en el intento. 

En el horizonte se ve...

Como no todo podían ser noticias preocupantes, aquí viene la parte buena de todo lo que está pasando.


Aunque lo del tapeo de verdad no esté muy extendido y algunas iniciativas como las del Poble Sec sean una gran chapuza, he de decir que cada vez se encuentran más bares donde te pongan algo por un poco más de dinero o incluso gratis. A ello contribuyen admirables iniciativas como la Plataforma pro tapa gratuita o algunos blogs que están dando a conocer estos lugares hasta hace poco tan poco habituales.

Pero dejemos las tapas a un lado y hablemos de cosas serias y alegres a la vez. Ya sé que esto de la crisis no ayuda pero, aunque os haya pasado desapercibido, he encontrado una consecuencia positiva del incremento del paro: el cobro de los subsidios está logrando que, como si de setas se tratara, hayan aparecido unos cuantos interesantes restaurantes de países que tenían poca o ninguna presencia gastronómica en la ciudad. A los tradicionales italianos, chinos, hindúes o turcos, se han unido otros de origen brasileño, ecuatoriano, colombiano, venezolano, portugués o peruano, una de las cocinas más interesantes del planeta.

Hace unos días conté, en un par de manzanas de L'Eixample, hasta 12 restaurantes de diferentes países.

Destaca el "Pica una mica": cocina española, india, bengalí e italiana. Eso es fusión y no lo de NY
Para acabar, quiero hacer un homenaje a esos grandes héroes callejeros que tanto han ayudado a difundir por la ciudad ese monumento gastronómico que es la cerveza. Esos amigos indios y pakistaníes que prestan un servicio público impagable y el único que no resta fondos a las arcas públicas, deberían ser elevados a la categoría de funcionarios vitalicios por su labor incansable en calles y playas de la ciudad, contribuyendo infatigablemente a mejorar, en la medida de sus posibilidades, la felicidad de habitantes y visitantes de Barcelona. 

Se lo dedico a mi amigo el de la derecha, de nombre impronunciable, que la semana pasada, tras cumplir 5 años de residente ilegal en la ciudad, pudo ir por primera vez al Hospital del Mar y a mi amiga Ceci, que en breve dejará un hueco en la ciudad.

PD: No puedo olvidar que mi admirado amigo Oscar ha sabido, cual sabia madre, interpretar mis pensamientos y sugerir lo que necesito: un "interpretador acuático de pensamientos". Espero que estos señores sigan investigando.

jueves, 8 de noviembre de 2012

La memoria inteligente

'Como todos los artistas, quiero engañar un poco a la muerte y contribuir con algo a las siguientes generaciones', Dennis Hopper
Experimentos visuales en la Gran Vía 
Antes no me gustaba nadar, me aburría mucho y salía del agua con la cabeza a una temperatura cercana a la ebullición. Además, a pesar de estar  pendiente de contar los largos, siempre acababa perdiendo la cuenta y eso me cabreaba. Lo que debería ser un ejercicio de relajación, acababa dándome dolor de cabeza.

Ahora ya no cuento los largos, así que no necesito ningún tipo de concentración. Eso me permite tener el cerebro tan despejado que me vienen a la cabeza una ingente cantidad de imágenes y de ideas que durante la semana no acierto a ordenar.

Erik Kandel desarrolló la teoría de la memoria inteligente sobre cómo se nos ocurren las ideas. Esa teoría dice que las ideas que nosotros tenemos son simplemente la combinación de historias y conocimientos que tenemos ya guardados. Se combinan al azar y aparece una nueva idea. Eso ocurre fundamentalmente en el inconsciente, que es el 80% de nuestro cerebro, y cuanto más tranquilos, más relajados, cuanto más disfrutemos el momento más ideas se nos ocurren.

Eso es exactamente lo que me ocurre a mi cuando estoy nadando, que tengo toda mi capacidad cerebral disponible para que se me ocurran ideas, alcanzo un estado de semiinconsciencia en el que afluyen las ideas a borbotones, tantas que no logro acordarme de todas.

Esperando las olas en La Barceloneta
El problema es que toda esa lucidez corre el riesgo de perderse porque no acierto a acordarme de ese torrente creativo una vez salgo del agua. Necesitaría es una especie de "Siri" acuático al que pueda contarle todo lo que se me va ocurriendo, pero aún no se ha inventado. En realidad preferiría que el gadget adivinara e interpretara mi pensamiento y lo fuera registrando sin que hiciera falta participación alguna por mi parte.   Escribiré a Punset, a ver si se le ocurre algo.

En la piscina se me ocurren soluciones a problemas inexistentes, descifro jeroglíficos nunca escritos y encuentro respuesta a acertijos jamás formulados, pero no todo es tan idílico, a veces funciona esa teoría que comentaba antes y me sorprendo a mi mismo por haber recuperado la capacidad de asociar ideas que hace unos meses sólo se ponía en marcha cuando el resto de mi cuerpo estaba en huelga.

La próxima vez que vaya a la piscina, prometo contar lo que me invada la mente.

martes, 23 de octubre de 2012

Estableciendo contacto con la Tierra



La vida en el planeta Tierra es complicada. La entrada en la atmósfera terrestre después de tanto tiempo paseando por los límites exteriores de la exosfera está siendo una tarea hercúlea para la que no me había preparado. Ni mi cuerpo ni mi mente estaban entrenados para afrontar tal cantidad de dificultades y por ello, los servicios médicos que me han atendido desde que he tomado contacto con los locales, han venido insistiendo en conocer mis impresiones sobre este nuevo y desconocido mundo en el que ahora habito.

Me ha costado unas cuantas semanas hasta que he podido poner la mente en funcionamiento y ordenar las ideas pero después de recorrer las calles de la ciudad durante unos cuantos días, empiezo a estar preparado para responder a todos esos que me han venido preguntando.

Dos han sido las preguntas más repetidas. La primera se refería a mi futuro, una pregunta sin respuesta. La segunda se refería a cómo veía la situación del planeta, pregunta que, indisimuladamente busca que me pronuncie acerca de la monotemática crisis.

Pues no señores, no lo haré porque creo que ya he dejado claro mi hartazgo por lo cansino del tema, aunque reconozco que es tremendamente complicado no mencionarlo directa o indirectamente. Junto a las dos preguntas, un comentario que siempre ha estado presente en toda conversación: "En mal momento has vuelto". Sí, es cierto, si todo lo que tienes que decir es esto, mejor me voy o tú te quedas en casa y dejas de amargar al personal.

Yo, de momento, me voy a la calle a disfrutar lo que pueda de la ciudad e informo que, a pesar de que los augurios más cataclísmicos presagiaban que el haber pisado tierra firme supondría el final de este blog, unas semanas de descanso mental me han bastado para tener ganas de volver a escribir y contar cosas. Qué cosas, aún no lo sé, pero llevo tiempo pensando que debería hacer entradas más cortas y más frecuentes.

De momento, me declaro independiente de todo.

He vuelto, pero que nadie pregunte si me quedaré mucho tiempo.


martes, 5 de junio de 2012

Y para acabar, el cruce del Atlántico


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One doesn't discover new lands without consenting to lose sight of the shore for a very long time. Andre Gide
Después de 17 días y unas 2600 millas de navegación en el Papaya, aquí estoy escribiendo de nuevo, he llegado a tierra firme, a un lugar que no se mueve ni escora. He llegado a Horta, en una isla llamada Faial que pertenece al portugués archipiélago de las Azores.

He vuelto a pisar suelo europeo 15 meses después, aunque éste se encuentre aún a mil millas del continente.
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Ramón, Jerónimo (el capitán), Wences  y Gonzalo

El 15 de mayo, el mismo día en que cumplía 40 años, me lancé a la penúltima aventura de este viaje. En realidad, no sabía si era más arriesgado el embarcarme en un velero con el fin de cruzar el Atlántico, o hacerlo con tres absolutos desconocidos, todos ellos mayores que yo y con los que no tengo nada que ver.

Aunque físicamente esté en Azores, técnicamente aún me encuentro República Dominicana porque no consideré seguir toda la legalidad y me salté el control de inmigración, así que mi salida del país no consta en ningún sitio.

Minutos antes de partir llamo a mis padres y no les localizo, pero sí a mi hermana Eva. Está con mi sobrina Daniela, de dos años y a la que apenas conozco porque, cuando salí era muy pequeña. También están mis padres, que se despiden emocionados. Mi padre me recuerda que, cuando llegue, ya seré una persona mayor. ¿Será una nueva manera de decirme que cuando llegue tendré que sentar cabeza? Nunca me había dicho nada parecido, así que tendré que preguntarle qué quiso decir en cuanto pueda charlar con él.

La verdad es que me cuesta hablar con ellos, me emociono y no me salen las palabras. Tengo un nudo en la garganta, no sé si de la emoción por la despedida, por mi cumpleaños o porqué. Escuchar a Daniela cantándome el cumpleaños feliz me dibuja una enorme sonrisa en la cara, pero no puedo evitar soltar alguna que otra lágrima.

Hago una última llamada y, tan pronto acabo, soltamos amarras. Son las 7.30 de la mañana y ponemos rumbo norte para atravesar la bahía de Samaná y dirigirnos hacia Bermuda. Hace buen tiempo, tenemos un viento constante de unos 20 nudos y navegamos con rumbo 30º empujados por los vientos alisios que vienen del Este. Este viento nos va a acompañar durante los siguientes días y eso supone que no tenemos que hacer ninguna maniobra, ningún bordo, pero también significa que el barco va a ir escorado durante varios días de manera ininterrumpida.

Escorar un barco para sentir el barco acelerar es muy agradable cuando se está haciendo una navegación costera. Navegar durante varios días con el barco fuertemente escorado y las olas golpeando incesantemente el costado, es muy incómodo, no os lo podéis imaginar. Si además, resulta que tu camarote se encuentra a proa, aquello se convierte en una especie de tortura porque es allí donde más se nota el efecto de los continuos pantocazos. Es decir, de los golpes que el barco da cada vez que no puede subir y bajar una ola suavemente, sino que eleva la parte frontal y cae con toda su fuerza como si quisiera dividir el mar en dos. En ese momento, que sucede en una de cada cinco olas, el buque golpea el agua con tremenda violencia, causando un estruendo que hace pensar que el casco se partirá en dos en cualquier momento. Además el océano es caprichoso y nos envía olas cruzadas que provocan un balanceo lateral desacompasado que se une a los golpes frontales del casco.

Mi camarote está situado a proa, en la banda de babor. Es decir, que voy a ir casi toda la travesía tocando el agua. Consta de dos literas de una anchura poco mayor que mis hombros y un armario donde me cabe la mochila pequeña. La escotilla no está bien sellada y deja entrar algo de agua cada vez que una ola barre la cubierta, algo bastante frecuente. Aparte del agua que me invade, el camarote huele terriblemente mal, como si hubiera estado años sin ventilar y hubiese sido utilizado para esconder algún cadáver que, en su última noche comió algo que le sentó mal.

Con este panorama es normal entender que los primeros tres días me encontrara a medio gas. No me mareé, pero tenía una sensación como de estar apunto de hacerlo y me encontraba un poco debilitado  Mi cuerpo se encontraba en un equilibrio inestable y mi estómago estaba entre vacío y revuelto. Necesitaba adaptarme a tanto balanceo y las condiciones de mi camarote, que no me permitían apenas descansar, no ayudaban. Al final decidí salir de esa cueva e instalarme en el salón.

Pensándolo ahora, esos han sido los peores días de la travesía.  
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Minutos antes de comenzar mi guardia
Me sorprende que, a pesar de la poca actividad que hay en el barco, es mucho el tiempo que puedo disfrutar de la más absoluta de las soledades en cubierta. No es necesario que me recluya en el salón, ahora que no tengo camarote privado, puedo encontrarme en cubierta y no tener la compañía de ninguno de los otros tres miembros de la tripulación.

Quizás había presupuesto que, dada la cantidad de horas muertas que íbamos a tener, nos íbamos a ver obligados a tener que compartir muchos momentos de conversaciones en grupo o a dos. Imaginaba que la combinación de una situación "complicada", con muchas horas por delante, guardias nocturnas, mal tiempo y lluvia durante horas, y el compartir una aventura en un espacio reducido, iba a crear un ambiente parecido al que supongo que se generaba cuando la gente hacía el servicio militar y en el que esas condiciones adversas permitían crear una camaradería y una estrecha amistad entre gente muy diferente que, en un ambiente no hostil, sería altamente improbable que se produjera.

De momento, los días van pasando y no tengo ningún tipo de estrés o preocupación. No siento la soledad porque estoy muy acostumbrado a ella y, de hecho, diría que agradezco que no sean demasiado parlanchines o insistan demasiado con sus preguntas. Me agrada esta situación de tranquilidad, de no verme obligado a socializar con ellos aunque, si se genera conversación, me apunto y dejo de leer o de hacer lo que esté haciendo. Es decir, que dejo de leer o de disfrutar de la contemplación del océano.
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Barracuda
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Dorado o Mahi-Mahi
A veces los días me recuerdan un poco a la película “El día de la marmota” porque la oferta de actividades en el barco es bastante limitada, aunque no puedo decir que me haya aburrido en ningún momento ni me haya parecido monótona la travesía. Me despierto el último porque lo hago cuando me canso de escucharles. Parece que soy el único que no se impone horarios porque ellos siguen un estricto horario al que no encuentro ningún sentido. Yo sigo con mi aproximación a la tranquilidad absoluta y le dedico horas y horas a la lectura. Pensaba que tendría mucho más tiempo para ir escribiendo, pero el movimiento del barco y las olas barriendo la cubierta lo han complicado bastante. Los primeros días no me apetecía hacer nada y luego hemos tenido días de lluvia. Casi todo lo que he escrito lo he hecho de manera desordenada y en papel. De hecho, esta entrada es un reflejo de esos retales que he ido escribiendo cuando podía.
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Partida de backgammon en cubierta 
Una de las buenas sorpresas de estos días ha sido la alimentación. A pesar de que todo el mundo nos había dicho que no pescaríamos nada, durante la mitad del trayecto ni hemos tirado la caña porque llevábamos la nevera llena de pescado. La primera semana pescamos en días alternos. A las pocas millas de salir una corvina, el tercer día una larguísima barracuda de metro y medio, un dorado, un par de bonitos de unos dos kilos y, finalmente, la gran captura, una albacora (eso dicen por aquí, a mi me vale con llamarle atún) que picó a las 5 de la mañana y que me mantuvo ocupado durante una hora hasta que la pudimos sacar. Pesó unos 40 kilos y, desde que la pescamos nos la hemos ido comiendo en todo tipo de combinaciones. Creo que voy a dejar de comer atún durante unos meses. Ayer lo vi en un restaurante y casi me da algo.
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Estas capturas han hecho que nuestro menú sea mucho más variado de lo que la lista de la compra amenazaba porque el capitán pensaba basar nuestra alimentación en la pasta y el arroz, nada de verduras, vegetales ni carne. Eso sí, he de decir que el cocinero me ha sorprendido por su versatilidad para, con las cuatro cosas que tenía, preparar una variedad sorprendente de platos.
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La gran captura del viaje, un atún de unos 40 kilos
Si los días eran bastante tranquilos, las noches me han generado diferentes sentimientos. Por un lado se hacían bastante duras debido a las guardias, que empezaban entre las nueve y las diez y acababan a las 4 o cinco y media. Salvo la primera, las otras dos te obligaban a interrumpir el sueño, a mal dormir, lo que se va acumulando y te va cansando. Cada uno estábamos dos horas y media y al acabar dejábamos paso al capitán para que él hiciera las primeras horas del día. Daba igual porque no paraba de levantarse para controlar que todo estaba bien, bajarse la actualización de la previsión del tiempo y modificar el rumbo por enésima vez cada noche.

Por otro lado, las noches eran el momento de mayor tranquilidad, de estar solo disfrutando de la mera contemplación del mar y las estrellas. Me pasaba horas de pie mirando al cielo buscando estrellas y al mar buscando luces de barcos que casi nunca aparecían. Escuchaba música y, si no llovía, aprovechaba para leer. Los primeros días eran cálidos, pero según nos fuimos desplazando al norte, las noches empezaron a ser gélidas y con mucha humedad. Si además llovía se hacía bastante duro estar ahí afuera.

Varias veces al día recibíamos una previsión del tiempo a través del teléfono vía satélite. Creo que hemos tenido suerte porque no ha llovido todo lo que pensábamos ni hemos padecido esas “encalmadas” que te detienen la marcha durante días o te obligan a ir a motor. El segundo día fue bastante duro, con mucho viento y bastante lluvia. Después tuvimos una semana tranquila con vientos de entre 15 y 20 nudos que nos permitían  hacer unas medias muy buenas y seguir ganando norte en busca de los mismos alisios que devolvieron a tantos marinos a Europa.

En menos de 7 día habíamos cubierto las primeras 1000 millas y estábamos a unas 250 al Este de Bermuda. Todo marchaba mejor de lo esperado pero aún quedaban unas 1500 millas y parecía que ya estaba todo hecho. Cuando el GPS nos indicó que nos quedaban menos de 1000 millas cometimos un error que nos ha pesado anímicamente, asumir que ya estaba hecho.

Justo en ese momento comenzamos a recibir noticias sobre las complicaciones meteorológicas que se nos venían encima. Hasta el momento nos habíamos salvado del Alberto, el primer huracán de la temporada y habíamos pasado milagrosamente entre dos frentes sin que apenas nos castigaran, pero este era un frente que se estaba formando exactamente sobre las Azores. Si alguien ha echado un vistazo al mapa de la ruta, se puede ver claramente que nos desplazamos rápidamente hacia el sur para intentar escaparnos y, cuando pensamos que ya lo habíamos despistado, pusimos rumbo 45º y nos metimos de lleno en el temporal.

¿Dónde estaba el maldito anticiclón de las Azores?

El maldito “hombre del tiempo” no había dejado de equivocarse en toda la travesía y, lo peor, estaba retrasando el momento de disfrutar de esos “gin tónicos” del famoso bar de Peter. Podíamos intentar seguir esquivando el temporal poniendo proa al este y esperar a que se desplazara al norte, que era la opción preferida por el capitán, o asumir que habíamos venido a cruzar el Atlántico y no a navegar en una piscina. Al fin y al cabo se trataba de una tormenta que nos iba a venir de popa y contábamos con un excelente barco…o eso pensábamos.

Tripulación, vamos a arriar la mayor, dos rizos al génova, los arneses de seguridad preparados, estibad correctamente todo lo que se pueda caer o romper, asegurad el mástil con la driza de la mayor. Rumbo 045º, directos a Horta. Viento entre 30 y 40 nudos (unos 70 kilómetros hora) y unas olas de varios metros de altura  que nos vienen no sólo por popa, sino que nos golpean por la aleta haciendo que el barco vaya dando incómodos bandazos de un lado a otro. El Atlántico nos ha dejado avanzar hasta aquí con cierta comodidad pero, si queremos llegar a puerto, tendremos que pagar por ello.  Son tres días de mala mar, pero ahora que vamos rumbo directo, sí que siento que ya llegamos y no me importa.

La última noche me toca la última guardia, la que comienza a las 3 de la mañana. Cuando salgo a cubierta veo las luces de la isla. Me habría gustado poder decir lo de “tierra a la vista”, pero ahora ya sólo pienso en poder decir “un trozo de carne”. Tenemos que esperar unas horas para poder entrar en el puerto con luz. El motor lleva fallando desde hace días, no tiene fuerza y hecha un preocupante humo blanco que no sabemos qué lo provoca. Tenemos que estar preparados para entrar a vela y pedir por radio que nos remolquen hasta un amarre. No es la entrada más digna, pero lo importante es que hemos superado la etapa más importante y ya puedo sentir la tierra firme. Tenía ganas de llegar. Los gin tonics de Peter son suaves, pero me gustan.

Han sido unos 17 días muy especiales. Un gran sueño cumplido que sólo repetiría para hacerlo con amigos, o eso creo.

-Soy un hombre de suerte. De verdadera suerte.
–¿Por qué? – preguntó Richard Gordon.
–Estoy loco -contestó Spellman-. Es magnífico. Es como estar enamorado, sólo que acaba bien.
-¿Hace mucho tiempo que está usted loco?
–Creo que siempre lo he estado -dijo Spellman-. Le aseguro que es la única manera de ser feliz en estos tiempos.  Tener y no tener (Ernest Hemingway)

domingo, 3 de junio de 2012

El plancton se ilumina


Es dulce tener las horas solucionadas por la contemplación y por la pereza y llevar el corazón siempre a cuestas de este ritmo de las aguas, de esta mansa respiración del mar...El camino azul, 1942. Josep Maria de Sagarra


Me gusta cuando, por la noche, me quedo solo en cubierta haciendo mi guardia. Es el momento de mayor tranquilidad del día. No hay nadie, sólo el océano, las estrellas y yo.

Me pongo en pie y me dedico a buscar luces de barcos en el horizonte, esos barcos que casi nunca aparecen pero que son causa de preocupación cuando lo hacen porque no se sabe muy bien la dirección que llevan hasta que los tienes encima. Miro el mar de estrellas que nos cubre y cuando aparecen las luces del algún avión me pregunto a dónde se dirigirá. Miro en la bitácora el rumbo que lleva y continuo maravillándome con las estrellas. Las luces del barco iluminan de color rojo y verde la espuma que éste forma en su proa.

En tierra firme las estrellas fugaces se ven muy a lo lejos y son de color blanco. En medio del océano se muestran muy cercanas, con una intensa luz verde y muy próximas a la superficie. La primera que vi pensé que era una bengala de emergencia que había tirado algún barco en peligro y me llevé un buen susto. Las que he ido viendo después me han dibujado una enorme sonrisa en la cara, como si fueran un premio que la noche me hubiera regalado.

El Atlántico te da y te quita. Te maltrata durante días con fuertes vientos y olas que golpean el costado del barco, con interminables horas de lluvia y continuos cambios en el cielo. Las nubes te impiden tener un atardecer viendo el sol caer sobre el océano, ese espectáculo del que no podemos disfrutar en Barcelona, o un amanecer de esos que tiñen de un intenso rojo toda la superficie del mar. Pero todo esto se compensa con mucho cuando te hace disfrutar de ese color azul tan intenso, un azul que no había visto en el Mediterráneo, cuando te muestra ese cielo que no tiene fin y te abruma con esa inmensidad sin horizontes alcanzables. Y cuando estás extasiado de tanta belleza, te manda a sus delfines para que te hagan disfrutar como un niño viendo sus coreografías, sus cruces en la proa del barco y sus saltos.





Durante el viaje aparecieron varias veces, pero la vez que más me sorprendieron fue cuando, después de tres días de temporal, comenzamos a escuchar sus sonidos que no eran más que su forma de exigir que les prestáramos atención. Tan pronto como nos íbamos a proa para observarles, dejaban de emitir esos sonidos y si te volvías a la popa, los volvían a hacer. Otros grupos que nos habían visitado se quedaban sólo unos minutos con nosotros, pero sabían que habíamos tenido unos días muy duros, así que se quedaron un par de horas mostrándonos cómo llegar a un puerto seguro.

El mar ejerce un efecto extraño cuando pasas mucho tiempo pendiente de él. Durante el día la espuma que se forma en la cresta de las olas te haces ver velas blancas en el horizonte. Al atardecer, esas mismas olas se oscurecen y adoptan formas similares a las de un lomo de ballena. Por la noche algún extraño efecto óptico te hace ver luces rojas en el horizonte que se asemejan a las luces de alguna ciudad lejana a la que te aproximaras. Pero no, no había nada, estaba solo.

No es cierto, no estaba solo porque en todo momento me acompañaban esas lucecitas que se ven en la popa y a ambos costados del barco y que iluminan la estela que vamos dejando, esa estela que es tan bonita cuando hay una luna a tus espaldas. Esas lucecitas, ese plancton del que hablaba Antonia Font en su “Batiscafo Katiuscas”, se ilumina por las noches.

La vida es maravillosa cuando se puede vivirla, cuando sólo cuenta el instante presente. Bernard Moitessier. El Largo Viaje

lunes, 9 de abril de 2012

Mi laikim aiskrim: el idioma del futuro

tehbotol
Somos un país de inmigrantes, luego innovadores. La emigración es emprendedora, porque emigrar ya es emprender, arriesgar, esforzarse y a veces ganar, pero siempre intentarlo. No hay innovación sin viaje. Saul Singer
Tantos meses dando vueltas por ahí seguro que te han servido para aprender muchas cosas, dice mi madre y yo, que desde que dejé atrás la pubertad no me atrevo a contradecir a ninguna mujer, le doy la razón. Sí, la verdad que he aprendido unas cuantas y, pensando en ellas me he puesto a sacar algunas conclusiones que espero poder transmitiros de ahora en adelante.

Son conocimientos fruto de largas horas de reflexión, momentos a la sombra que algunos pensarían improductivos, observaciones usando depuradas técnicas asiáticas, sumadas al saber recogido de las gentes de la calle y de los bares, grandes centros de la sabiduría intemporal.

El primer aprendizaje es que el inglés, tal como lo conocemos, está muy cerca de su desaparición. Aunque esta afirmación parezca una mamarrachada, estoy seguro de que va a alegrar a mucha gente porque esto podría cambiar sus vidas.
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Llevábamos muchos años esperando a ver si teníamos, por fin, un presidente español que lo hablara (no dejéis de leer esta carta), millones de familias han enviado a sus púberes hijos a pasar inútiles veranos rodeados de otros miles de españoles en el sur de Inglaterra, nos costó una guerra que Aznar hablase español con acento tejano

Aznar hablando con acento tejano
e inglés como..., mejor ver el vídeo adjunto.

Nos hemos pasado media vida intentando comprender por qué en inglés las letras no se pronuncian casi nunca como se escriben.
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Medio planeta se parte de risa por nuestro acento y, a pesar de nuestros titánicos esfuerzos, no hay manera de que lo hablemos correctamente.

Pero amigos, no os preocupéis porque al final, todos estos esfuerzos no valdrán para nada porque ese idioma, tal como se habla y escribe hoy, no tiene ningún futuro y de ello he ido recogiendo datos en todo este año.
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Lombok, Indonesia

Primero descubrí el Pidgin de Papúa, que fue promovido por los alemanes para intentar que los trabajadores de sus plantaciones, provenientes de diferentes regiones, se entendieran entre sí. En el oeste de África se desarrolló como una lengua que, a oídos de los colonos sonara como si fuera inglés, aunque sólo algunas palabras "suenen" igual. Aunque tanto ingleses como australianos lo consideran una lengua bastarda, se ha convertido en la más utilizada en algunos países, mucho más que el inglés y la velocidad de expansión es galáctica.

Después me he ido dando cuenta de que fenómenos parecidos afectan a gran parte del planeta Tierra y a otros planetas como Getafe o Moratalaz.
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Arequipa, Perú
Dado el ritmo al que crece la población de todos estos lugares, en breve habrá más gente que hable Pidgin que el propio inglés, así que propongo que nos adelantemos a los acontecimientos y empecemos a aprender antes de que volvamos a quedarnos atrás. De hecho, veréis que os resulta mucho más sencillo hablarlo que intentar aprender cómo demonios se pronuncia correctamente el inglés, ya sea en versión inglesa o americana.
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Chile

Ahí van unos cuantos ejemplos muy ilustrativos:

Mi no save=No entiendo. Más fácil es imposible
How are you? Yu orait?
How much is that? Em hamas?
That is/was bad. Em no gut.
House: Haus
haus moni – bank (from "house money")
haus sik – hospital (from "house sick")


Los números también son fáciles de aprender:
1:wan
2:tu
3:tri
Y aquí varios ejemplos de la incongruencia del inglés. ¿Por qué escribir de una manera y pronunciar de otra? Estos señores, tal como hacemos en castellano, pronuncian como escriben. Ejemplos:
Rice: rais
Water: wara
Beer: bia
Black coffee: blak kofi
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En algunos casos, utilizan una lógica aplastante, tal como hacen los maoríes, que llaman a los pájaros por el sonido que emiten y se dejan de latinajos que no aportan ninguna información. Claro ejemplo de ello es llamar a los pollos kakaruk o rokrok a las ranas.

Estaréis de acuerdo conmigo en que este es el idioma del futuro, así que os animo a que empecéis a estudiar. Ah, y esto no es todo porque, en mis ratos libres, dándole vueltas a cómo suena el pidgin inglis, me he dado cuenta de que es muy parecido a cómo hablan los “pakis” de Barcelona, así que aprovecho para advertir a los catalanes que en cualquier momento se inventará el pidgin catalán y no me quiero ni imaginar las consecuencias que puede traer. Que si hay que cambiar de nuevo el Estatut, la senyera atravesada por la media luna y el himno del Barça en pidgin. Ahí lo dejo.

Algún día hablaré del “brasuñol”, que domino bastante bien o el “afrancés” africano, que comprendo mucho mejor que cuando me hablan los parisinos.

PD: A los 5 primeros que adivinen lo que significa el título de la entrada y qué producto es el de la primera foto, les invito a una cerveza. Imprescindible incluir un comentario con el nombre del participante, indicando si es persona humana o lagarto/a.
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Tenkyu - Salamaua
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Champú en Costa Rica
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Valparaíso, Chile
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I come, are you ready? Papúa Nueva Guinea
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Arequipa, Perú