miércoles, 29 de febrero de 2012

Cumpleaños total. Un año paseando por el mundo

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El juego es partir a la aventura, como un velero, soltar velas. Vagar y vagar por partes desconocidas, y sentarse cuando uno está cansado bajo un árbol, comprar un plátano o unos panes y así tomar un tren, ir a una parte que a uno le tinque, y mirar, dibujar también, y mirar. Salirse del mundo conocido, entrar en lo que nunca has visto, dejarse llevar por el gusto, mucho ir de una parte a otra, por donde te vaya tincando. De a poco vas encontrando cosas y te van viniendo imágenes, como apariciones las tomas. Sergio Larraín, fotógrafo chileno.
Cuando ya tenía casi acabada la que ha sido la entrada del blog que más me ha costado escribir, he cometido el error de ponerme a leer la cantidad de gente que se alegraba de mi año viajando y los comentarios de algunos amigos que me animaban a continuar. Esto tiene el peligro de me ponga demasiado melancólico y esto acabe siendo una ñoñería, creo que nunca había usado esta palabra, pero creo que hoy os vais a salvar y sólo os pegaré un rollo tremendo intentando resumir los hechos acaecidos. Como es mi cumpleaños, hoy espero que se me perdone todo.
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Aunque hace 16 meses que no cobro una nómina, ni paro ni nada, hace exactamente un año que salí por última vez a pasear por el mundo.

Algunos billetes de avión y muy pocos planes, más bien todo lo contrario, porque desde el primer momento este viaje ha sido una sucesión de improvisaciones y de aventuras que ni trabajando en ello lograría igualar.

Mi primer destino, o eso pensaba yo, Nueva Zelanda. La primera prueba de que el mundo es pequeño fue una escala de un par de días en Qatar para ver a mi amiga Raquel, con quien estuve a punto de acudir a una cena con Zapatero, ese que fue presidente de España. Podría haber pasado a la historia por haber ido con mis zapatillas de trekking, pero el vuelo se retrasó y la cena se canceló.

Y menos mal, porque fue entonces cuando me di cuenta de algo que cambiaría radicalmente el viaje y es que mi vuelo hacía no una escala, sino una parada de tres días en Melbourne, donde conocí a Cristina, con la que viajé dos meses por Nueva Zelanda. Y claro, no podía llegar a cualquier ciudad, lo tuve que hacer a Christchurch, que pocos días antes había sufrido un fuerte terremoto que, entre otras cosas inhabilitó el hotel donde yo tenía la reserva, obligándome a dormir en el aeropuerto.

En Nueva Zelanda no sólo empezó mi flirteo con las catástrofes naturales, también comenzó mi periplo por unos cuantos países, subiendo todos los volcanes que se me han puesto a tiro. El primero, el Tongariro. 7 horas.

En Australia, además de visitar a las familias de mis amigos Oscar y Paul, las inclemencias meteorológicas me impidieron ir donde yo quería y eso me llevó a improvisar un nuevo destino: la desconocida Papúa Nueva Guinea, el país más complicado en el que he estado, pero un lugar que disfruté mucho. Hace poco leí la noticia del naufragio de un barco en el que hice una larga travesía. Allí, visitando un colegio, pasé el día de mi cumpleaños, el de verdad.

Volví a Sydney para recoger el invento que mis hombros más han agradecido, el Kindle, y luego a Bangkok para iniciar 4 meses por el sudeste asiático sin saber dónde ir, pero con muchos nervios porque en poco tiempo vendrían a viajar conmigo unos cuantos amigos y tenía que ir cuadrando fechas y destinos: Daniela, Sonia, Gerlinde, Eva, Jaime, Pablo y David, que me trajeron una estupenda compañía, vino, queso y chorizo que me salvó de morir de hambre durante el Ramadán. Otra constatación de lo pequeño que es el mundo fue cuando, conspirando con Noe y en cuestión de 24 horas, fuimos capaces de organizar una cena sorpresa para Carla en Kuala Lumpur con gente que venía de 3 países diferentes.

No me puedo olvidar de Tina y sus padres, que me invitaron a pasar unos días a un hotel de verdad en Tioman y me hicieron sentir como en familia, Irish Coffee incluido.

Fue en estos cuatro meses durante los que conocí a más gente. Algunas de esas personas se mantendrán y unas pocas se convertirán en amigos. Tailandia, Malasia (Tioman, Perhentian, Langkawi), Indonesia (Sumatra, Bali, Lombok, Komodo, Flores y Borneo), gran plato de lentejas, jamón, vino y gin tonic con Rocío y tremendo encuentro inesperado con Jordi en Hong Kong (creo que aún me dura la resaca) para acabar la etapa amarilla del viaje.

Dos horas de interrogatorio en el aeropuerto de San Francisco y comienza la visita a unos cuantos grandes amigos. David y familia en San Diego, Sandra y Joe en Miami, Lidia y Mica en Panamá y Raquel y Gabriel en Costa Rica, país donde también pasé unos días con los delincuentes surferos Edgar y Xisco y con Dani Imízcoz antes de que se convirtiera en el nuevo mago de la cocina.

No puedo decir que uno de estos encuentros haya sido el que más ilusión me haya hecho porque todos me han alegrado muchísimo y me han hecho reflexionar sobre los amigos, pero encontrarme en México DF con Dorana, diez años después de conocerla en Guatemala y pasar 12 horas con ella, fue uno de los momentos más emocionantes del viaje.

Perú, que no estaba incluido en ninguno de los posibles planes, se convirtió en uno de los países que más me ha gustado y, sin lugar a dudas, en el que mejor se come de todo el planeta. Mirar una carta y que todos los platos te apetezcan, no es fácil. Subir el Machu Picchu, uno de los hitos históricos, pero no la subida más complicada, cuyo título quizás debería llevarse el Monte Rinjani.

Junto con Nueva Zelanda, Chile era el país al que más deseaba ir y los dos cumplieron sobradamente con las expectativas. Tantos fenómenos de la naturaleza, tantas exhibiciones y tan diferentes de lo bello que es el planeta los han colocado, sin duda, en lo más alto de mis lugares preferidos junto con Argentina.

En Chile me trataron muy bien. Allí me reencontré con María, Kristel y Valentina, todas ellas grandísimas anfitrionas que tienen ganada una cena, pero mención especial se merece Francisco, que me alojó en su casa sin conocerme de nada y además me paseó por Santiago y me instruyó sobre música y política chilena. Valparaíso pasará a la historia de este viaje por haber sido el lugar donde conocí a la inigualable Elena Eastman, fiel seguidora y gran ayuda durante todo el año, que además ejerció de guía por una de las ciudades donde vivió ese gran personaje que es Neruda.

La navidad comenzó con otro encuentro después de muchos años y haciendo algo que tanto me gusta y añoro desde que salí de Barcelona, navegar. El gran Martín Sciarra, junto con su familia, me adoptaron por unos días que me hicieron olvidar lo lejos que estaba.
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Cómo olvidarme del detallazo de Bea, Edu y Mariana, que me prestaron unos días una inmejorable base de operaciones en Buenos Aires donde recibí una de las mejores y más esperadas visitas del año, la de Tina, Emma y Pere, con quienes conocí unos cuantos miles de kilómetros de carreteras argentinas y algunos de los lugares más embriagadores del planeta. Qué mejor manera hay que empezar el año visitando el Perito Moreno.
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Vuelta a Chile y, después de unos días, rumbo al calorcito. Destino Sao Paulo para visitar a Carme y Darío, a los que me habría gustado casar vestido de capitán de barco, pero ellos prefirieron Mallorca. El caótico e inmenso Sao Paulo dio paso al no menos quilombo que supone visitar Rio en carnaval, previo paso por Paraty, uno de los sitios de playa más agradables y donde pude encontrarme con la reina de la caipirinha, Sole Pereyra. Gracias a Flavia, que me alojó unos días en casa de sus padres y de los conocimientos nocturnos de Valerie, Pablo y Virgilio, pasé unos días inolvidables en Rio, aunque aún mi cuerpo está intentando recuperarse.
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Estos días los paso en las playas de Arraial D’Ajuda, a medio camino entre Rio y Salvador, donde espero quedarme una temporada hasta que se me acabe la visa.

Y bien, esto ha sido todo lo que me ha dado tiempo de hacer en un añito. A algunos les parecerá mucho, a mi me parece que podría estar 5 años más o quizás toda la vida dando vueltas. Me encantaría poder tener más tiempo para estar en los sitios y me parecería una gran noticia si algún día dejan de existir las fronteras y los visados.

Ahora que empieza el segundo año, espero que sea, al menos, igual de interesante que el primero y que me encuentre o venga a pasear conmigo gente tan fantástica como la que he tenido el placer de disfrutar estos meses. Deseo que me persigan un poco menos los desastres, que vengan aquellos que no pudieron y repitan los que sí, que los reyes me regalen unas ruedas para la mochila y se inventen las camisetas autolavables y alguna prenda ligera que valga desde los –10 a los 40C. Y para vosotros, pues mucha felicidad.

Muchos besos a todos y feliz cumpleaños para mi.

PD: Sí, ya sé que me olvido de mencionar a todos aquellos que conocí en el camino, pero son muchos y mi limitada memoria me impide recordarlos a todos, así que prefiero no empezar a hacer la lista y que alguno se me enfade por no aparecer.
He tomado una importante decisión: cuando vuelva a nacer quiero ser nómada y no escuchar consejos, ni sentir presiones, ni chantajes emocionales, ni normas, ni creencias y que la única responsabilidad que tenga sea vivir y dejar vivir. Nuria Ruíz