Il n’y a plus que la Patagonie, la Patagonie,
qui convienne a mon immense tristesse…
Blaise Cendrars. Prose du Transsiberien
Como ya adelantaba hace unos días, el 2012 será un gran año y así empezó. La primera semana ha sido frenéticamente intensa, quizás la más llena de actividad desde que salí de Barcelona, pero ha sido un completo aprovechamiento del tiempo para estar con unos amigos y disfrutar de algunos de los lugares más bonitos que he visto en toda mi vida. Día tras día y casi en progresión continua he ido viendo lugares de esos que son difíciles de describir con palabras y cuyas fotos no hacen justicia, espectáculos de la naturaleza cuya recompensa al tenerlos delante es aún mayor por el esfuerzo realizado para llegar a enfrentarlos.
Después de una tranquila nochevieja, y un excelente cordero preparado por la inigualable Emma, el día 1 partí con unos amigos desde El Calafate hacia el glaciar Perito Moreno, uno de esos lugares mágicos que puedes visitar miles de veces sin que deje de impresionarte.
Desde el mirador que hay unos kilómetros antes se muestra parte de su inmensidad, pero lo mejor está por llegar porque este glaciar es tan accesible que te puedes acercar tanto que casi lo puedes tocar. Tocar no, pero sí que lo puedes escuchar porque cada pocos minutos se desprenden trozos de hielo que producen un estruendo al caer al agua como si medio planeta tierra se hubiese desplomado.
Ese color azul, tan azul, parece irreal: too blue to be true. La forma en la que el hielo se retuerce sobre sí mismo, formando extraños pináculos y cavidades donde el color es aún más intenso. Pensar que esa masa de hielo lleva formándose cientos, miles de años hasta que se precipita al agua.
Naturaleza en una de sus formas más espectaculares.
A la vuelta paramos en una de esas enormes estancias que salpican la Patagonia cada muchos kilómetros. El espacio que la rodea es inabarcable y, como dijo mi amigo Pere (que batió ese día el récord de fotos en un día con 8500 disparos sobre el glaciar): "qué grande es el cielo aquí".
¿Por qué los taxistas de todo el mundo dicen tantas tonterías y no se dan cuenta de que ni a un antropólogo le interesa lo que puedan decir?
Al contrario que en los países cercanos al ecuador, donde la noche te sorprende antes de que te de tiempo a cansarte, aquí los días duran todo, todo el día me refiero y eso te permite disfrutar muchísimo más y poder, por ejemplo, pasar el día en el Perito Moreno, volver a El Calafate y montarte en un bus camino del próximo destino con muchas horas de luz por delante.
Al salir del pueblo y con el inmenso Lago Argentino y sus tonalidades verdes y azules por testigo, nos adentramos en la profundidad de La Patagonia. Terrenos yermos azotados por el viento y el frío, atravesados por esos ríos ese color azul plomo que ya vi en Nueva Zelanda y donde sólo se ve la huella del hombre cada varias decenas de kilómetros. No hay nada, pero el camino no se hace pesado ni aburrido, al contrario que cuando cientos de kilómetros que no presentan variación alguna, aquí siempre hay un nuevo ángulo con el que observar la cordillera, un nuevo río, un glaciar que se divisa a lo lejos y la cambiante luz que va modificando la iluminación del paisaje.
Una única parada en una estancia que, aparte de haber sido la base para las primeras expediciones "andinistas", en 1905 tuvo como ilustres visitantes a los legendarios Butch Cassidy y Sundance Kid.
Una hora más tarde, su majestad el Monte Fitz Roy, que preside desde lo alto El Chaltén, nos daba la bienvenida a este pueblo, denominado la capital sudamericana del trekking y que tan buenos momentos nos iba a ofrecer en los 4 días siguientes.
Son las 12 de la mañana y aún no hemos empezado a movernos, pero tenemos horas más que suficientes para hacer algo y el camino elegido es el que lleva a la base del Cerro Torre, esa masa de granito y hielo que es considerada como una de las escaladas más peligrosas y extenuantes del mundo.
De hecho, tuvo que esperar hasta 1974 para que Casimiro Ferrari se convirtiera en la primera persona humana en conquistar su cumbre.
El Cerro Torre es la más espectacular convulsión geológica que la corteza terrestre haya lanzado hacia el cielo. Lionnel Terray, miembro de la primera expedición que venció al Cerro Torre
No podía ser verdad. A una hora de comenzar a caminar estábamos disfrutando de un paisaje espectacular, como si nos hubiéramos transportado a un lugar de ensueño. Enormes moles de piedra forman un valle en el que los mismos árboles que levantan 40 metros en otros lugares, se convierten en pequeños bonsáis por la acción del viento y en el medio, un río que baja con una fuerza tremenda por el deshielo. Me encantaría poder hacer kayak.
Al fondo empezamos a apreciar el glaciar que hay bajo nuestro objetivo y que acaba en un lago. El cielo está muy cerrado, pero la montaña es imprevisible y confiamos en que el viento arrastre las nubes y nos deje apreciar la silueta de los cerros que esconden.
Esta vez no tuvimos suerte, pero todo el trayecto es un auténtico regalo, una sucesión de montañas nevadas, ríos, bosques y, al final el glaciar y el lago.
Ha sido un espectacular primer día en El Chaltén y se merece ser festejado con un festival carnívoro, aunque me da pena porque Tina, la más montañera de todos está de baja y no ha podido acompañarnos.
El día siguiente nos levantamos con idea de hacer una excursión fácil a una catarata, pero seguimos con la costumbre de destrozar los mínimos planes que podamos hacer y acabamos subiéndonos a un bus casi a la carrera.
Bordeamos la cordillera por un camino de tierra que conduce hacia la frontera chilena, una frontera que ha provocado no pocos conflictos y que sólo recientemente acabó de ser definida. De hecho, El Chaltén, el pueblo más joven del país, se fundó en 1985 como modo de demostrar que había argentinos en esas tierras y así poder justificar esa zona frente a Chile.
Nos dirigimos al Lago del Desierto, llamado así porque allí no hay nada, no vive nadie. El nombre no es muy atractivo, pero no me desanima. En vez de acercarnos al lago, decidimos subir hasta otro glaciar al que se llega atravesando un impresionante bosque muy húmedo en el que hay muchísimos troncos retorcidos, como si hubieran sido castigados.
Todo es muy extraño, hay algo en este lugar que me inquieta. Me siento observado y noto una fuerza sobrenatural a mi alrededor
Al mirar la foto de arriba quizás no lo podáis advertir, especialmente si estáis leyendo esto desde vuestros bonitos iPhones o similares, pero ya os facilito yo el trabajo, queridos miopes.
Ahí lo tenéis, este bosque tienes seres extraños que nos vigilan pero eso no me preocupa tanto. Aparte de la misteriosa compañía que nos observaba en el bosque, hoy tenemos a una persona, esta vez humana, que nos acompaña y que me incomoda tanto como los monstruitos de musgo. Lleva unas gafas que parecen antenas parabólicas y la montura me recuerda a las legendarias que Rappel inmortalizó, esas que parecían estar al revés. Es la típica persona a la que el bus tiene que esperar porque se ha empanado o se ha perdido y, cuando llega, invariablemente cuenta una historia acerca de una extraña fuerza de la tierra, de unas apariciones de algún fenómeno paranormal, de su simbiosis con la pachamama o de un encuentro con seres de un planeta desconocido que la han dejado aturdida y, al levantarse, se ha dado cuenta que llegaba tarde. En fin, uno de esos personajes que me voy encontrando por el mundo.
Efectivamente, tan pronto llegamos al lago, la iluminada, apodada “la loca chilena”, desaparece, pero la volvemos a localizar al poco tiempo en lo alto de un cerro en el que, según parece, la recepción de la fuerza es óptima. Compruebo que abre sus brazos en un ángulo que, según luego me cuenta, le permite sincronizar su cerebro con Plutón y Venus a la vez y lograr la perfecta comunión de su karma con el universo. Casualmente, sólo en ese punto del planeta y unos días cada cientos de años es posible lograr esta conexión interplanetaria. Te aporta, dice, una especie de energía nuclear, pero sin residuos, es como viajar a Ganímedes. Habla como si de una elegida se tratara, como si fuera la versión femenina de Matrix, pero sin pantalones de cuero.
Me encanta ir en bus porque tengo tiempo de leer y de contar las cosas con más detalles, para que nadie se pierda los mejores momentos del viaje. Me he desviado un poco, pero es que luego mucha gente me dice “debes estar conociendo mucha gente interesante” y claro, me da un poco de apuro contar este tipo de encuentros.
Lo que más me alucina de este país es la variedad de paisajes y que puedes visitar lugares que apenas se pueden ver en otro lugar del mundo y, si puedes hacerlo, suelen ser de complicada accesibilidad. Sin embargo aquí nos encontrábamos de nuevo frente a un glaciar, más bonito que el del día anterior y al que habíamos llegado tras subir durante apenas un a hora.
Como dijo Tina, “lo de mañana tendrá que sea muy espectacular para poder superar esta belleza”.
“You have to find out for yourself. Take the leap. Go as far as you can. Try staying out of touch. Become a stranger in a strange land. Acquire humility. Learn the language. Listen to what people are saying.” Fresh Air Fiend, Paul Theroux
Dedicado a mis amigos Tina, Emma y Pere, que me han hecho pasar unos días inmejorables. Besos a todos y a los que no pudieron venir
Muy hermosas fotos! y muy lindo lo relatado.
ResponderEliminarLas caras en el musgo son reales o las dibujaste porque realmente son MUY BUENAS!