Plaza de la Concordia |
No me refiero a la bajada del nivel de tolerancia de los alcoholímetros de los controles policiales, a la subida del precio del bicing, al incremento de la delincuencia, a lo mal que conducen los nuevos taxistas (que ponen en peligro a los motoristas) o al cierre de la Sala Apolo.
Lo sé, lo de salir a la calle estaba muy difícil, pero lo que os voy a contar, queridos sufridores, lo complica aún más. Estoy hablando de lo que está ocurriendo con la gastronomía y el sector hostelero de la ciudad.
¿Y qué ha pasado? Pues que aventurarse por las calles de la ciudad para hacer algo tan sencillo como comer o cenar se ha convertido en algo más arriesgado que meterse en el metro con un iPhone.
El primero de los fenómenos ha sido la entrada de la comunidad china en la hostelería catalana. ¿Cómo? Bien, hasta ahora, los chinos se dedicaban a lo suyo, a sus restaurantes de rollito primavera, arroz tres delicias y pollo con bambú. Algunos introdujeron sushi y sashimi de dudosa calidad, pero el salto se ha producido cuando han comenzado a comprar restaurantes locales, de toda la vida, y han empezado a ofrecer "menús caseros" de comida catalana con sus garbanzos con butifarra o sus peus de porc. El problema es que estos lugares no han cambiado externamente e incluso mantienen la misma carta. Es decir, que no te enteras del pastel hasta que no entras dentro y te sientas pensando que va a venir la señora Juana, que llevaba allí desde los 12 años. Ahora te atiende una chinita, que también se hace llamar Juana y que también es la sobrina de la cocinera. Dejo que la imaginación de cada uno piense lo que quiera acerca de lo que puede pasar en la cocina.
En paralelo y como si no tuviéramos suficiente, ese turismo que ha configurado una ciudad que más parece un parque de atracciones y que ha hecho desaparecer a los habitantes locales de algunas partes de la ciudad, también ha hecho cambiar el panorama hostelero y no sólo eso, sino que nos conduce irrevocablemente a un cambio de costumbres gastronómicas.
En primer lugar nos invadieron con la infamia de las paellas precocinadas Paellador, que ya producen 4 millones de raciones al año, un horror y que no sólo exportan a medio planeta, sino que han sido merecedoras de una columna en el mismísimo New York Times, periódico que acaba de bajar varios escalones para mi.
El segundo paso fue la apertura de miles de restaurantes supuestamente vascos. Es decir, sitios de pinchos o pintxos, que parecen clonados unos de otros y no ofrecen nada más que mucho pan y poca chicha, aunque la comunidad pija de la ciudad te intente convencer de que el Taktika Berri es un templo de la buena cocina. A mi me parece lo mismo, mucho pan, mucha ensalada de cangrejo y un precio final como si hubieras ido al Bulli. Han sido los precursores de lo que ha sucedido después.
Tapas, tapas, tapas
La evolución no sé si me hace reír o llorar. Siguiendo con el objetivo de agradar a ese turista de reconocida sabiduría gastronómica que nos visita, que ya nos había demostrado que sabía apreciar una buena sangría o una buena paella congelada para cenar, Barcelona se ha convertido en la capital mundial de las tapas. En una ciudad donde, no nos vayamos ahora a engañar, las palabras tapa o gratis no se habían escuchado nunca en un negocio hostelero, ahora cuesta encontrar un sitio donde si no son la única oferta, ocupan un importante espacio en la carta. Eso sí, siempre en modalidad de pago, con wifi, sangría, menú degustación, etc.
No os perdáis este homenaje a la tapa barcelonesa. Impresionante
Vamos, que es un infierno encontrar un sitio donde te den de comer a un precio decente y no mueras en el intento.
En el horizonte se ve...
Como no todo podían ser noticias preocupantes, aquí viene la parte buena de todo lo que está pasando.
Aunque lo del tapeo de verdad no esté muy extendido y algunas iniciativas como las del Poble Sec sean una gran chapuza, he de decir que cada vez se encuentran más bares donde te pongan algo por un poco más de dinero o incluso gratis. A ello contribuyen admirables iniciativas como la Plataforma pro tapa gratuita o algunos blogs que están dando a conocer estos lugares hasta hace poco tan poco habituales.
Pero dejemos las tapas a un lado y hablemos de cosas serias y alegres a la vez. Ya sé que esto de la crisis no ayuda pero, aunque os haya pasado desapercibido, he encontrado una consecuencia positiva del incremento del paro: el cobro de los subsidios está logrando que, como si de setas se tratara, hayan aparecido unos cuantos interesantes restaurantes de países que tenían poca o ninguna presencia gastronómica en la ciudad. A los tradicionales italianos, chinos, hindúes o turcos, se han unido otros de origen brasileño, ecuatoriano, colombiano, venezolano, portugués o peruano, una de las cocinas más interesantes del planeta.
Hace unos días conté, en un par de manzanas de L'Eixample, hasta 12 restaurantes de diferentes países.
Destaca el "Pica una mica": cocina española, india, bengalí e italiana. Eso es fusión y no lo de NY |
Para acabar, quiero hacer un homenaje a esos grandes héroes callejeros que tanto han ayudado a difundir por la ciudad ese monumento gastronómico que es la cerveza. Esos amigos indios y pakistaníes que prestan un servicio público impagable y el único que no resta fondos a las arcas públicas, deberían ser elevados a la categoría de funcionarios vitalicios por su labor incansable en calles y playas de la ciudad, contribuyendo infatigablemente a mejorar, en la medida de sus posibilidades, la felicidad de habitantes y visitantes de Barcelona.
Se lo dedico a mi amigo el de la derecha, de nombre impronunciable, que la semana pasada, tras cumplir 5 años de residente ilegal en la ciudad, pudo ir por primera vez al Hospital del Mar y a mi amiga Ceci, que en breve dejará un hueco en la ciudad.
PD: No puedo olvidar que mi admirado amigo Oscar ha sabido, cual sabia madre, interpretar mis pensamientos y sugerir lo que necesito: un "interpretador acuático de pensamientos". Espero que estos señores sigan investigando.
Se lo dedico a mi amigo el de la derecha, de nombre impronunciable, que la semana pasada, tras cumplir 5 años de residente ilegal en la ciudad, pudo ir por primera vez al Hospital del Mar y a mi amiga Ceci, que en breve dejará un hueco en la ciudad.
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