Todos nos creamos estereotipos, nos creemos tópicos y nos formamos ideas sobre ciertas cosas, personas, países, lugares o experiencias. Podemos pasarnos una vida entera creyendo algo hasta que lo vemos, lo conocemos o lo experimentamos personalmente.
Desde hace meses pensé en ir haciendo comentarios según fuera conociendo algunos de los sitios de los que tanta gente habla, pero con el estrés que llevo, no he tenido tiempo.
En realidad, empecé a escribir de Bali hace meses, pero nunca acabé. Esa isla, que yo tenía tan idealizada como un remanso de paz, como el lugar donde una espiritualidad oriental iba a correr por mis venas como por arte de magia, resultó ser el templo del hooliganismo del sudeste asiático, el Benidorm de los australianos, un lugar que ha perdido todo el encanto y donde las playas son feas. Sospecho que todos los que me contaron antes lo bonita que era la isla lo hicieron para no reconocer el ridículo de admitir que es un sitio hortera, de tatuajes chungos, chanclas con calcetines y chupitos a un dólar.
He decidido que voy a cambiar de estrategia y desde hoy recomendaré a todo el mundo que vaya a Bali, a ver si logro mandar allí a unos cuantos millones de turistas y que se vacíen otros lugares del planeta.
Hace unas semanas estuve en el carnaval de Rio o, cómo dicen ellos, el mayor espectáculo del mundo. No pensaba ir, pero cualquiera justifica que se lo ha perdido estando por la zona.
De nuevo, mi idea de este “chou” era una macro procesión de millones de morenitas esculturales y medio en pelotas que se paseaban día y noche por las calles de Rio, pero no, en Rio hay dos carnavales, el que se ve por la televisión y el otro.
Esto no existe |
El que se muestra por las televisiones de todo el planeta es el que sucede en el sambódromo, un lugar cerrado y al que cuesta entrar más que ir a ver un concierto privado de Julio Iglesias. Por allí desfilan Ronaldinho, las escuelas de samba y esas tremendas brasileiras que el resto del año deben estar guardadas en alguna nevera porque no he vuelto a ver nada parecido en un mes y medio.
El carnaval de mentira |
El carnaval al que tienen acceso los mortales se llama Carnaval da rua y no tiene nada que ver con el otro. Consiste en un camión habilitado para que un grupo se suba a tocar encima y le sigan miles de personas bebiendo cerveza. A estos grupos se les llaman “blocos” y hay por toda la ciudad, desde las 7 de la mañana hasta la medianoche. Algunos llegan a congregar a medio millón de personas. Es decir, no se escucha una mierda, pero da igual porque el objetivo es estar por ahí pegando saltos o tomando cervezas, la música es lo de menos.
El verdadero carnaval |
Algunas personas se emocionan y te convencen de que no te puedes perder un bloco de tal barrio, que son buenísimos, te dicen. Son los mismos que no compartirán mi opinión.
Hablemos claro, los blocos son como esas orquestas itinerantes con dos cantantes rubias teñidas y vestido de lentejuelas que tocan versiones de los éxitos más horteras del verano, pero en versión brasileña. Sí, el carnaval es impresionante, pero no deja de ser una especie de fiestas de pueblo gigantes. Imaginad las fiestas de cualquier pueblo de España donde uno siempre se divierte aunque sólo haya unos cientos de paisanos escuchando al grupo de turno. Pensad ahora en ese mismo pueblo pero con 2 millones de personas con ganas de divertirse y un vendedor de cerveza por cada 5 personas. Si es que es imposible pasarlo mal, con tanta gente de buen rollo se genera un ambiente especial que se contagia.
En realidad, cuando más disfrutaba del carnaval era por la noche, cuando los blocos ya se han retirado y lo que quedan son los dos millones de personas dando vueltas por las calles buscando dónde pasarlo bien. Como todos no caben en los bares, se lía en la calle, que es donde yo me muevo mejor y donde se improvisan grupos de morenitos liándola con tambores en cada esquina, pero eso pasa casi cada día, por suerte.
En resumen, el carnaval da rua no tiene nada del otro barrio pero el hecho de tener a tanta gente con ganas de liarla hace que la marcha callejera que hay en el barrio de Lapa cualquier día se alargue y se multiplique por mil.
No vengáis, que ya me lo paso yo bien por vosotros. Besos
pienso exactamente lo mismo. pero que linda fiesta que se hace en la calle!!
ResponderEliminarPues sí, la verdad es que es un gran fiestón, no lo vamos a negar.
EliminarHola, acabo de aterrizar en tu blog, estoy introduciendome poco a poco en "este mundo paralelo"...Y me encanta, como no podía ser de otra manera viniendo de ti. Besos
EliminarZerrojo, me halagan tus palabras, pero no sé quién eres y claro está que me gustaría saberlo.
ResponderEliminarCreía que lo sabrías...porque va en el nombre, conoces a alguien que se llame C.Rojo??? si no caes..., a la próxima te lo digo.
EliminarTe mentiría si dijera que no he tenido envidia al ver las fotos (sólo en algunos pocos he estado yo) y leer las aventuras, pero al leer la otra cara de la moneda (gracias por escribirla), pensé, esto no es para todo el mundo...hay que ser como es Gonzalo para poder disfrutarlo...Bsos