jueves, 19 de mayo de 2011

Reality stubbornly defies rational reasoning

Al llegar al aeropuerto de Port Moresby recogí el folleto sobre Papúa Nueva Guinea (PNG) que publica el principal banco del país. Al hablar de la capital, lo primero que dice es que te encuentras en una de las ciudades más inseguras del planeta y que, si bien no es muy bonita, siempre te quedará la experiencia de haber sobrevivido a una de las capitales más peligrosas. Tranquilizador.

No había recibido respuesta a ninguno de los mails que envié (no las recibí hasta una semana después de llegar) y confiaba en que la guía que tengo, la última que se ha publicado (2008), no estuviera demasiado desfasada pero, después de varias llamadas, la realidad me sorprendió con precios parisinos y una ocupación plena en todo lo que está por debajo de 200€. Parece mentira que esto suceda en uno de los países más pobres del mundo, pero así es.

Me imaginé paseando por las calles con la mochila a cuestas y el cuchillo entre los dientes y la idea no me acaba de ilusionar, así que decidí buscar un vuelo a otro sitio y dejar la capital para otro momento. Ahora me alegro de viajar solo y no tener que afrontar una situación como esta con alguien o tener que consultar mis decisiones.

Me quedaba claro que he llegado a un país donde las cosas no iban a ser tan fáciles ni tan baratas como me esperaba. La segunda prueba de ello es que afuera de la terminal había más gente pensando en hacer el mal que gente acompañando a sus madres a coger un vuelo.

En el aeropuerto de Lae debería haber un shuttle esperándome para llevarme al hotel que he reservado, pero no hay nadie y van a cerrar las puertas de la terminal. Son las 18.30, es noche cerrada y todo el mundo se ha subido en las furgonetas que estaban esperando. Durante dos minutos he confiado en que mi bus vendría, pero los guardias de seguridad me recomiendan, por primera pero no última vez, que es mejor que me suba en uno de los buses porque es peligroso que me quede allí esperando.

La guía, antigua, dice que el trayecto desde el aeropuerto es seguro porque la carretera, recien asfaltada, permite que las furgonetas vayan a 130Km/h, lo que hace más difícil que grupos de malandros las detengan. Ahora, tres años después, todo el trayecto, al igual que el resto de la ciudad, está plagado de unos agujeros en los que, si cayera un autobús, nadie lo encontraría en varios días.

El trayecto del aeropuerto al centro de las ciudades siempre me ha causado mucho respeto. Largas y amplias avenidas, normalmente construidas en el periodo colonial, poco o nada de iluminación y mucha gente andando por las cunetas. No sé porqué pero siempre que llego a una ciudad "poco civilizada", lo hago muy de noche. Da igual si son las 10 de la noche o las 3 de la madrugada, siempre hay gente en la calle. Es el primer contacto con un país y siempre es interesante, pero no suele ser una buena impresión, así que siempre me digo que mejor esperar a la mañana siguiente para hacer ninguna valoración.

Todos los edificios están vallados y están protegidos por alambre de espino, además de por uno o varios guardas de seguridad. La furgoneta que me lleva hasta el interior de mi hotel y no me dejan bajar hasta estar dentro del recinto del mismo.

El aterrizaje en PNG no está siendo muy suave y, aunque asumo que he llegado a un país del tercer mundo y que las cosas no van a ir a velocidad occidental ni va a ser tan seguro como NZ, las primeras horas no me abren ningún agujerito por el que apreciar ninguna señal positiva, pero esto ya me ha pasado otras veces y el trayecto aeropuerto-centro siempre me deja una sensación extraña, así que me voy a dormir confiado en que la luz de la mañana me deje ver las cosas de otra manera.

Después de desayunar, la manager me "asigna" a Bennet y Maxwell para que me acompañen a visitar la ciudad por mi propia seguridad, algo que ni me tranquiliza ni me me resulta muy cómodo, aunque sí que me facilita la vida.

Lae es la segunda ciudad más grande del país y, a pesar de ello y sin querer darme importancia, mi presencia causa sensación allí por donde paso y todo el mundo se gira para mirarme o me saluda. Al principio me causa cierta extrañeza, pero después de tres días, no he visto a ningún "whiteman" por las calles. Creo que es la primera vez que me pasa esto en muchos años.

El deporte nacional consiste en mascar "betel nut", una semilla, que mezclada con un polvo que obtienen machacando conchas, les deja un color rojo en la boca que, en las primeras quinientas personas que lo ves, da mucho miedo porque parece que se acaben de comer a alguien crudo y aún les queden restos de sangre de la víctima entre los dientes. Si a eso le unes todo el miedo que te han ido metiendo en el cuerpo, te dan ganas de volver al hotel a pedir protección armada adicional o comprar un par de machetes de esos para abrirse paso en la selva. La mujer de la foto, el día anterior tenía tres nietos, seguro y esa mirada y esa sonrisa...

El segundo deporte más practicado, unido al elevado desempleo, el calor y humedad asfixiante y el empanamiento que les deja el mascar betel nut, es sentarse en la calle y no hacer nada durante todo el día. En otros países las calles están llenas de gente yendo, iba a decir de un sitio a otro pero, en realidad, no van a ninguna parte, estoy seguro. La mayor parte de la población se dedica a no hacer nada y matan las horas desplazándose sin rumbo, sin destino alguno.

Siempre he tenido ganas de seguir un día entero a alguna de las personas que pululan por las calles, grabarlo y comprobar si mi teoría es cierta. Antes de irme de aquí preguntaré a unos cuántos que me encuentre a qué se dedican y cómo pasan su tiempo.

"Quizás" es una palabra cuyo peso no se puede calcular. HAJIME en Al sur de la frontera, al oeste del Sol. HARUKI MURAKAMI

Estoy en un país no desarrollado. Lo sé porque "quizás" es la palabra que, invariablemente, figura en toda respuesta a las preguntas que, como buen "whiteman" hago. Las preguntas, si quieres obtener alguna respuesta medio creíble, siempre han de ser abiertas. Gran error es darles una o varias opciones, porque entonces te dirán que sí o un quizás a la primera opción, lo cual te deja peor. Otra de las expresiones más habituales en pidgin, de esas que se te queda cara de tonto, es Longwe liklik: no muy cerca, no muy lejos, que se completa con otra muy ilustrativa que me dijeron: "we no matter time".

Mi estancia en la gran ciudad termina sin incidencias y Bennet me acompaña al muelle en busca de un "Banana Boat" que me saque de las malas calles.

Recién acabamos de empezar a correr, no se puede parar, la segunda parte es mejor, hay que seguir hasta el final...Hay que recordar que la voluntad sirve para empezar a correr, no para terminar. Nacimos para estar en el camino y el único camino es el porvenir. Todo está por venir, mejor curtir el cuero y súper vivir...porque no hay tiempo y además acabamos de empezar a correr. El tilín del coraz. ANDRÉS CALAMARO

¿Alguien dijo que no habría momentos difíciles en este viaje?

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