En realidad, el origen de lo que venía a contar ha vuelto a ser el rato que paso en el metro yendo al colegio. El tumulto que se produce me activa el cerebro y estos días he vuelto a asociar varias ideas y comentarios que he ido escuchando.
Ayer leía a un tipo que decía que últimamente había pasado por tantos controles en los aeropuertos que, ese día, al ir a pasar el detector de metales del supermercado, se había quitado el abrigo y los zapatos.
A mi esto no me ha pasado, pero lo que me ha sorprendido ha sido el darme cuenta que en los últimos días, no me quito el gorro al entrar en el metro.
¿Debería preocuparme esta reacción?
Hace unos días, al preguntarme mi querida amiga Emma si me había acostumbrado París, me puse a pensar y me di cuenta de varias cosas:
Me parece que, a pesar de lo cambiante del clima (la prueba está en que das la vuelta a la esquina y te baja 2º la temperatura), no hace tanto frío. Sin embargo, los que vienen de fuera suelen acordarse de varios familiares del hombre del tiempo.
Ya no llevo el paraguas cosido al cuerpo ni en la mochila. La lluvia tampoco molesta tanto.
De hecho, ¿acaso llueve tanto? Creo que exageran.
El otro día cené a las 18.30 y no me pareció tan extraño, eso te deja mucho tiempo para ir a tomar algo y volver a una hora prudente.
Hay otros síntomas que apunta una amiga, que es una gran observadora, como el ir en el metro leyendo y con la música puesta, como queriendo evitar el contacto con la gente. Esto ya me pasaba, pero no por evitar el contacto, sino para provechar el rato.
¿Me estaré "parisizando"?
Pues, por muy bien que esté aquí, espero que no, más que nada porque en enero tengo muy claro que estaré en climas tropicales.
Os dejo con unas fotos que he tomado por ahí y un homenaje a Emma.
"¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?"Groucho Marx