martes, 6 de diciembre de 2011

No hay nada más atractivo que lo indescifrable. Cuzco, Perú

Era este paisaje lunar y las caras cobrizas, desabridas, de las mujeres y hombres que los rodeaban. impenetrables, la verdad. Muy diferentes de las que habían visto en Lima, caras de blancos, de negros, de mestizos, con los que, mal que mal, podían comunicarse. Pero de la gente de la sierra lo separaba algo infranqueable. Varias veces había intentado conversar en su mal español con sus vecinos, sin el menor éxito. «No nos distancia una raza sino una cultura» Lituma en los Andes (Mario Vargas Llosa)
Para llegar de Lima a Cuzco se puede disfrutar de unas 24 horas en bus o pagar por ir en avión, que es más cómodo, pero nadie te informa de la aventura que te espera y de lo que ocurre al llegar.

La aproximación, desde unos 20 minutos antes de llegar, se hace sorteando montañas que alcanzan los 6000 metros. El avión se introduce en un valle y a ambos lados puedes ver enormes moles con las que parece que vamos a chocar en cada momento. El capitán hace girar el aparato como si se tratara de un videojuego. Lo que se ve más abajo es pura montaña, no queda espacio llano alguno y empiezo a preguntarme si la azafata se va a poner a repartir paracaídas porque es imposible que aquí hayan podido encontrar espacio suficiente como para construir un aeropuerto.
Sin embargo, el comandante acaba de anunciar que vamos a tomar tierra y delante parece que el valle en el que estábamos metidos se ensancha. Quizás sí que pudieron construir un aeropuerto, pero yo no lo veo.
Aún no me he bajado y ya tengo un dolor de cabeza tremendo. Sabía que la altura me haría efecto, pero no ha esperado ni a que ponga pie en tierra. He llegado a Cuzco, la antigua capital del Imperio Inca. Estoy a 3499 metros de altitud.
El primer día me lo paso haciendo todo lo que no se debe hacer y, en vez de descansar y tomármelo con calma, me paseo por la ciudad, arriba y abajo, buscando cómo llegar a Machu Picchu. La sensación en mi cabeza es bastante extraña, pero donde más lo siento es en el pecho, como si los pulmones funcionaran a medio gas. El dolor de cabeza es diferente a un dolor normal pero lo que más me preocupa es comprobar que sólo con subir dos escalones me canso como si hubiera subido toda una montaña, se me acaba el aire o mis pulmones no lo procesan.
En tres días partiré para el Camino del Inca y no dejo de pensar si me voy a aclimatar a tiempo y no me va a afectar el mal de altura, aunque lo que siento más difícil es poder caminar durante horas cuando ahora no soy capaz de dar dos pasos sin agotarme. Además, hace frío, me siento destemplado y tengo los mismos síntomas que siento justo antes de caer con gripe.
Y ahí estaba, en el horizonte de la Cordillera, donde las piedras y el cielo se tocaban, esa coloración extraña, entre violeta y morada y que era para él el color mismo de los Andes, de esta sierra tan misteriosa y tan violenta. Lituma en los Andes (Mario Vargas Llosa)

La solución que me recomendaron pasaba por tomar mate de coca y eso es lo que hice, todos los días varias "dosis" que me fueron aliviando. Ya no sentía la opresión el pecho, aunque el cansancio al subir escaleras no se me fue.

Después de varios mates, cuando ya me encontré mejor, me empecé a fijar con más calma en las hojas de coca y descubrí que son exactamente iguales que las de esas plantas que IKEA vende a 3.99€. No me extrañaría que estos tipos hayan organizado una confabulación mundial para adormecer al planeta. Por favor, que alguien me saque de la duda y se haga una infusión en casa con unas cuantas hojas de esas y me cuente  los efectos.


–¿Qué tiene el Perú que despierta esas pasiones en algunos extranjeros? – se asombró Bali-. No nos lo merecemos. –Es un país que no hay quien entienda -se rió Escarlatina-. Y no hay nada más atractivo que lo indescifrable, para gente de países claros y transparentes como el mío. Lituma en los Andes (Mario Vargas Llosa)

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